"La obra de arte no se expone en un lugar: el lugar mismo es una obra de arte", afirmaba Michael Heizer, uno de los pioneros de Land Art, a finales de los años sesenta. Esta declaración revelaba la reaparición de la sensibilidad artística hacia el paisaje, como ya había ocurrido en el romanticismo un siglo y medio antes. Pero esta vez la naturaleza se convertía en el objeto mismo del arte.
Uno de los objetivos del Land Art fue acabar con el culto
al objeto artístico, que consideraban casi un fetiche. Otro, no
menos significativo, fue sacar el arte de las salas de exposiciones, los templos en que se oficiaba esa liturgia de la frivolidad. Operar sobre la Tierra, lejos de todo, allí donde la Naturaleza se mostraba en toda su inmensidad e indiferencia y la soledad era más sobrecogedora, parecía la alternativa perfecta. Marcar una señal. A menudo, las obras eran tan inaccesibles que para mostrarlas debían registrarlas mediante fotografías y películas. El público solo podía observar la huella de la huella.
Claro está que cada artista del Land Art realiza su aproximación particular a estos temas. Michael Heizer y Robert Smithson trazaban titánicos signos sobre la superficie de la Tierra, como escarificaciones o cicatrices en la piel del planeta. Nancy Holt resaltaba el hecho de encuadrar la vista, y llegaba a situar al espectador dentro de tubos de cemento para mirar el sol, cilindros que a su vez estaban perforados y atravesados por rayos solares. Richard Long hacía del simple movimiento de caminar una acción artística que dejaba un leve y pasajero rastro de sus pasos. Andy Goldsworthy improvisaba creaciones efímeras con ramas, piedras o trozos de hielo porque vincula su trabajo al descubrimiento y al juego infantiles, acciones que muchas veces van de la mano.
Desarrollar y afinar esta sensibilidad hacia el entorno es absolutamente necesario para un arquitecto. Desde siempre, elegir el emplazamiento idóneo ha sido una de las primeras y más importantes decisiones que se deben tomar al empezar a definir un proyecto. Si la obra es el lugar, también la arquitectura es una marca en el paisaje. La precisa elección del emplazamiento y la reacción al mismo se presentan como una de las cuestiones fundamentales. Mirar desde un punto, orientarse respecto al sol y el horizonte, moverse en el espacio definiendo líneas que se desvanecen, seleccionar materiales encontrados en el sitio... en el proceso de proyecto arquitectónico constituyen procedimientos imprescindibles de investigación y creación. Definir el problema y encontrar su solución son operaciones que se dan simultáneamente en el acto creativo.
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